Totoaba: Crónica de una especie al borde del abismo y su camino a la esperanza

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Una historia de explotación, tráfico ilegal y extinción inminente que hoy comienza a reescribirse gracias a la ciencia, la conservación y el compromiso colectivo.

Durante décadas, la totoaba (Totoaba macdonaldi) fue sinónimo de abundancia en el Golfo de California. Este pez, endémico y de gran tamaño, solía alcanzar hasta dos metros de largo y 100 kilos de peso, siendo uno de los pilares de la pesca en el noroeste de México a principios del siglo XX. Sin embargo, su valor comercial y la falta de regulación convirtieron esa abundancia en sobreexplotación, llevándola al borde de la desaparición.

A partir de los años 80, esta demanda desató una nueva ola de pesca ilegal que afectó gravemente a las poblaciones silvestres de totoaba, pero también a otras especies como la vaquita marina, capturada incidentalmente en las mismas redes.

En 1975, ante la alarmante caída de sus números, el Gobierno de México decretó la veda total y permanente de la pesca de totoaba. Años más tarde, en 1991, fue declarada oficialmente como especie en Peligro de Extinción y protegida por la NOM-059-SEMARNAT-2010. Pero las medidas llegaron cuando su población ya estaba severamente diezmada. La combinación de pesca furtiva, pérdida de hábitat y contaminación colocó a la totoaba como una de las especies más vulnerables del país.

A pesar de este panorama desolador, la esperanza comenzó a construirse en silencio desde los laboratorios, gracias a la ciencia mexicana. En instituciones como el Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la UABC y centros de acuacultura como Santomar, se perfeccionó la reproducción y cría en cautiverio de la totoaba. Lo que antes parecía imposible —reproducir un pez amenazado en condiciones controladas— hoy es una realidad que ha dado paso a una nueva estrategia: la reintroducción en su hábitat natural.

Desde 2013, se han liberado ya diez generaciones de crías de totoaba, sumando más de 270 mil ejemplares que han vuelto al mar. Estas acciones, apoyadas por Unidades de Manejo para la Conservación de Vida Silvestre (UMA) en Baja California y Sonora, buscan repoblar el Golfo de California y devolver el equilibrio a uno de los ecosistemas más ricos del planeta.

La liberación más reciente —40 mil crías en la playa Santispac, Mulegé, Baja California Sur— es más que un acto simbólico. Representa la unión de gobierno, ciencia, empresa privada y sociedad civil en torno a una causa común: evitar la extinción y demostrar que sí es posible revertir el daño cuando se actúa con responsabilidad y conocimiento.

Además, este proceso está sirviendo como modelo para otras especies en peligro en México y el mundo. Al igual que ocurrió con el cóndor de California, el lobo mexicano o la guacamaya roja, la totoaba está dejando atrás su papel de víctima para convertirse en símbolo de restauración y resiliencia.

El camino no está exento de desafíos. El tráfico ilegal persiste, la presión sobre el ecosistema continúa, y la vaquita marina sigue en grave riesgo. Sin embargo, la crónica de la totoaba ya no es solo la de una especie condenada, sino la de una segunda oportunidad escrita con ciencia, esfuerzo comunitario y visión de largo plazo.

Porque proteger a la totoaba no es solo salvar un pez: es defender la vida en el mar, los derechos de las comunidades costeras y el legado natural de México para las futuras generaciones.

Fuente: bigfish.mx

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